Desde el campo del Príncipe con una rosa y un compás

Mar, 24/09/2019 - 09:09
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24/09/2019
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El pasado domingo, en la sección de artículos de opinión del rotativo granadino "ldeal",de  Josemaría Manzano Jurado, Doctor y Profesor del Departamento de Expresión Gráfica  y Director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Granada (ETSAGr) publicaba unas reflexiones sobre los temas que afectan al ciudadano y que están relacionados con la edificación arquitectónica, el espacio público, la movilidad, la planificación y el paisaje urbano, la calle, la contaminación, el ruido...

Próximamente, serán otros arquitectos y profesores de nuestra ETSAGr los que en el mismo espacio contribuirán a hacer reflexionar a la ciudadanía granadina sobre diversos aspectos del arquitecto, como profesional preparado y cualificado para proponer y atender a la edificación, a la arquitectura en un entorno tan convulso como apasionante.

La Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Granada ha cumplido 25 años desde su creación en el curso 93/94. Un 13 de octubre de 1993 daba sus primeros pasos en unas aulas cedidas en la entonces facultad de Trabajo Social situada en la calle Pintor López Argüeta. Fue el inicio de una larga travesía por el desierto que supuso estar en varias sedes provisionales y finalmente en el premiado nuevo edificio de la Escuela en el antiguo Hospital Militar en el Campo del Príncipe.

Josemaría ManzanoVeinticinco años de aprendizaje, docencia e investigación, es tiempo suficiente para ser considerada interlocutora en los temas de ciudad. Ha llegado el momento de que exista una voz desde la Escuela de Arquitectura, una opinión sobre los temas que afectan al ciudadano  y que están relacionados con la edificación arquitectónica, el espacio público, la movilidad, la planificación y el paisaje urbano, la calle, la contaminación, el ruido, …, temas que como pueden comprobar nos afectan muy de cerca.

El día a día del ciudadano está sometido en muchas ocasiones a cuestiones arquitectónicas decididas por profesionales escasamente cualificados que han usurpado la función del arquitecto con la connivencia del poder político. La sociedad debe conocer el importante papel de la arquitectura, la función que se le tiene encomendada, frente a las tentativas desde otros lugares para confundir y camuflar con nuevos nombres de otras profesiones la responsabilidad que corresponde al arquitecto, provocando la ceremonia de la confusión, que incluso se ha instalado en el mundo universitario. El arquitecto es el profesional preparado y cualificado para proponer y atender a la edificación, a la arquitectura. Parece extraño tener que justificar lo obvio. Nuestra denominación es clara y única, todo lo demás es una huida hacia adelante. No se dejen  engañar.

La ciudad, el sistema organizativo que nos hemos dotado desde los primeros asentamientos humanos colectivos, condiciona la vida. Esa ciudad, que algunos ya quieren que sea inteligente - “Smart city”-, es el soporte en el que el hombre desarrolla la mayoría de sus funciones. Pero hoy se la relaciona con otros temas: la corrupción urbanística, la contaminación ambiental y acústica, el efecto isla de calor, el sellado del suelo, el control de residuos, la masificación e invasión turística, transmitiéndose la idea de que todo lo que tiene que ver con lo urbano es lugar de problemas. No es de extrañar que los candidatos a la alcaldía en las recientes elecciones hayan utilizado eslóganes vendiéndonos un nuevo modelo de ciudad, como si fuera algo factible en sólo cuatro años de mandato.

Los tiempos de las ciudades son lentos. Se necesitan acuerdos a largo plazo para introducir en ellas los elementos necesarios para influir en las actividades humanas. Por ejemplo, la decisión de tener un sistema de transporte público como el tranvía no se improvisa y construir una línea u otra no debe ser el único objetivo. Debe haber un esquema general a futuro para un nuevo sistema de movilidad pública y, si queremos que sea una alternativa “inteligente”, deberían estar previstos y construyéndose ya los nuevos trazados.

Los edificios constituyen los espacios donde se desarrolla la vida del hombre y también envejecen y mueren. No podemos tener una ciudad inmutable. La historia es una interpretación analítica de la realidad para poder entenderla. El acercamiento histórico conlleva, por tanto, el relato de acontecimientos, conceptos y arquitecturas entresacados de la realidad, ordenados intencionadamente para que se comprenda el hecho urbano.

La arquitectura y el patrimonio edificado están en continuo conflicto con la historia para pasar a ser parte de ella misma en su ADN más genuino. Frente a la generalizada opción de los responsables culturales por el continuismo histórico-artístico instalado en lo políticamente correcto, está la potente actividad creadora de la arquitectura que plantea nuevas cuestiones, nuevas perspectivas, nuevas estructuras formales y espaciales que compiten con los modos de hacer de “toda la vida”.

Los movimientos vecinales y ciudadanos miran a la arquitectura, a sus edificios y calles, y reivindican una ciudad amable, al servicio de los ciudadanos, cómoda, tranquila, en la que se pueda trabajar, pasear, disfrutar y también dormir en silencio. La gestión de la arquitectura que hacen nuestros munícipes sobre estos temas deja mucho que desear. Muestra de ello es la pasividad de la administración ante sentencias judiciales que intentan proteger el interés general –caso de la discoteca Prince frente a la Escuela de Arquitectura-, o la usurpación del espacio público a favor del privado en las calles y plazas de la ciudad, con la proliferación de zonas con veladores y los problemas de ruido que conllevan. El paisaje sonoro de la ciudad es también un patrimonio que hay que preservar.

Y qué decir de la señalética de las calles y plazas, de las barreras mal llamadas “arquitectónicas” y sí físicas, de los pavimentos de las calles, ruidosos, incómodos y no exentos de peligro tanto para el ciudadano que camina como para el que utiliza medios alternativos de transporte. El concepto “sostenibilidad”, término tan desgastado en su reivindicación y tan poco implementado en la realidad, tiene que ver mucho con decisiones arquitectónicas en la concepción de las ciudades y en el diseño de su transporte público que, en definitiva, inciden en nuestra manera de vivir. La ciudad de Granada ha sido noticia por su contaminación. Las medidas ya llegan tarde porque era un secreto a voces, pero hay que tomarlas.

En opinión de nuestros responsables municipales, en las calles cabe de todo, coche privado, taxis, autobuses, tranvía, bicicletas, motocicletas, monopatines y… las personas. La realidad nos demuestra que no es así: no cabe todo. En las ciudades europeas más avanzadas, que deben ser modelo e inspiración, imperan lo peatonal y el transporte público, lo cual no se improvisa y requiere decisiones contundentes y valientes. Al igual que un edificio con calidad arquitectónica es respetado por sus usuarios, la ciudad ordenada y pensada genera una sociedad respetuosa. Los barrios infradotados y descuidados conllevan ciudadanos con un futuro desalentador.

No son pocos los temas apuntados en este escrito; la intención es iniciar la reflexión sobre ellos y suscitar que vengan más.

 

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