La arquitectura y la ciudad

Jue, 24/10/2019 - 20:45
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La arquitectura y la ciudad
la arquitectura y la ciudad

Damos difusión al artículo de opinión de Javier Gallego Roca, primer Director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (1993-2004), Catedrático de Universidad y Profesor de la ETSAGr del Departamento de Construcciones Arquitectónicas, que aparece publicado en la edición impresa del rotativo IDEAL en el día 23 de octubre de 2019.

“Así como también cierta desesperanza, cierta melancolía granadinisíma de no querer realizar y dar forma a lo que se tiene pensado y se es capaz de hacer. Granada ha visto muchas cosas que ha dejado pasar. Y cuando no, se ha deleitado en las cosas pequeñas, dueñas de matices y fantasía equilibradas”.

(Federico García Lorca, Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos)

Era el uno de septiembre de 1993, regreso de vacaciones, cuando recibo una llamada del entonces Rector de la Universidad profesor Lorenzo Morillas, en que me cita en su despacho para proponerme ser el director de la Escuela de Arquitectura que debería iniciar las clases a primeros de octubre. Razones múltiples y un afán por colaborar en esta iniciativa, al margen de la ingenuidad, me hacen aceptar el encargo. A partir de ahí se suceden una serie de acontecimientos en el tiempo que serán el germen de la actual Escuela y que personalmente me ha permitido tener una nueva dimensión de la arquitectura y la ciudad a la que mis padres me enseñaron a amar.

javier gallego

Conservo todavía unas libretas de diferentes colores acerca de pensamientos, ideas y sugerencias que se sucedían con una velocidad trepidante. Desde un primer momento, y después de una mesa redonda en la que participé, en que se debatió iniciar las clases o dejar pasar esta oportunidad, me incorporé a unas reuniones periódicas que realizaban los directores de las Escuelas de Arquitectura del Estado español; era entonces el más joven y me limitaba a escuchar. Estas reuniones fueron muy fructíferas, ya que estaba en proceso de publicación las directrices del título de arquitecto. Todos coincidían en que Granada era un sitio ideal para los arquitectos que trabajan sobre el patrimonio arquitectónico y el paisaje. Entonces era director de la Escuela de Madrid Ricardo Aroca que llevaba la voz cantante de este grupo; hombre simpático, de carcajada fácil y que nos permitía ver las cosas con cierto relativismo y humor. Esto era esencial, al menos me ayudó mucho y me sigue ayudando frente a “beligerancias” y resistencias que tiene siempre todo proceso de crear algo nuevo, aspecto que es consustancial con ser arquitecto.

Luego se sucederían muchas situaciones y recuerdos que se agolpan en el imaginario de la actual Escuela. La creación del Aula de Arquitectura (AA) que no era otra cosa que la viabilidad administrativa para contar con profesorado de otras universidades y que nos ayudaron de forma especialmente generosa aquellos años. Las comisiones de selección del profesorado con catedráticos de las diferentes áreas de conocimiento, todavía no implantadas en nuestra Escuela. El acceso de una joven plantilla de profesores que hoy configuran la actual Escuela, que hoy percibo, que desde el exterior, se mira con cierta expectación al cumplir 25 años, una edad fundamental para optar por una forma de vida.

Esos años que muchos vivimos con enorme dedicación y entusiasmo, nos permitieron abrir horizontes y valorar la gran importancia que significa para la Universidad de Granada tener una Escuela de Arquitectura. Lo es por múltiples motivos, pero sobretodo creo que permite abandonar cierto provincianismo, salvo algunas excepciones, con sus aspectos negativos, en la cultura urbana y arquitectónica de la ciudad que siempre le ha impedido avanzar adecuadamente. Es buen momento de reivindicar el potencial intelectual de una Escuela de Arquitectura para colaborar en mejorar la calidad urbana y participar activamente en estudios e investigaciones sobre decisiones fundamentales en el futuro de la ciudad. También me atrevería añadir a esto, es necesaria la consolidación de un profesorado estable para tomar con nuevos impulsos esta y otras iniciativas docentes e investigadoras.

He visto en estos años los problemas que rodean a la arquitectura, obstáculos, dificultades, la imposibilidad de concretarse de manera satisfactoria interesantes proyectos beneficiosos para nuestra ciudad, conservando escrupulosamente su valioso patrimonio y aportando arquitectura nueva de calidad como un plus añadido a su historia, manteniendo la continuidad como seña de identidad. Los arquitectos no somos diferentes y como muchas otras profesiones nos enfrentamos a grandes dificultades para culminar con éxito nuestro trabajo. Son cosas difíciles de enseñar en una Escuela de Arquitectura, forman parte de la vida y se ha de ser perseverante y defender nuestro trabajo como útil para la sociedad.

Nuevas generaciones de jóvenes arquitectos/as están definiendo el futuro de nuestras ciudades; son jóvenes sensibles con el patrimonio y el medio ambiente, no se dejan engañar fácilmente por tantos cantos de sirena pasajeros que afectan a una profesión que necesita rearmarse para encarar los nuevos tiempos. ¿Hacia dónde van nuestras ciudades? ¿Qué reformas integrales requieren nuestros centros urbanos? ¿Cómo abordamos los problemas de las periferias? ¿Qué hacemos con nuestros pueblos abandonados o despoblados?  ¿Cómo nos comprometemos en la conservación del paisaje y el medio ambiente? ¿De qué forma proyectamos desde la sostenibilidad y la eficiencia energética? ¿Qué podemos hacer para mejorar la vida de los ciudadanos? ¿Cómo conservar nuestros grandes conjuntos monumentales: versus la Alhambra…? Las soluciones no son fáciles, pero, sin embargo, cada vez que un estudiante de arquitectura piensa y dibuja una idea en una hoja de papel, por muy insignificante que sea, se abre un camino hacia la esperanza. 

 

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